miércoles, 20 de noviembre de 2013

Broncas

Se viene escribiendo con cierta frecuencia en los últimos tiempos sobre el silencio y la escasa transparencia existente en el ámbito de los errores médicos, cuestión ésta que comparto con determinadas apreciaciones. Que nuestro sistema de salud (y el de otros países) es opaco en su estructura y funcionamiento resulta muy veraz y evidente; muy pocos conocen su maquinaria interna y, mucho menos, la exteriorización de determinadas pautas de vital importancia para los ciudadanos. Es muy difícil o imposible conocer los indicadores de calidad, en general de un centro sanitario, sea hospital o centro de salud; muchos menos visibles son las tasas de mortalidad de un Servicio, de una determinada intervención quirúrgica, los éxitos esperables de un tratamiento farmacológico, los indicadores de incidentes con o sin daño ocurridos, y un largo etcétera que todos los interesados en la seguridad de los pacientes, tenemos muy presente. Es impensable, hoy en día, osar preguntar a un facultativo por su experiencia previa o su pericia en el tratamiento que va a abordar, si existen mejores especialistas que él para esa terapia u otros centros podrían acometer con mayor garantía de éxito los resultados favorables que espera como respuesta a su relación con el servicio sanitario que se trate. Y en el improbable caso de que obtenga respuesta, el resultado es el mismo; no existe posibilidad de libre elección de centro, servicio médico o especialista en nuestro sistema de salud público (tampoco es fácil conseguir esos derechos en los sistemas de salud gestionados por compañías de aseguramiento). Y sin embargo, es conocido entre los profesionales sanitarios de un centro sanitario los errores que se han cometido en el mismo, tanto en el marco de su especialidad como en el de otras. Y si me apuras, conocen igualmente los errores groseros que hayan cometido profesionales de otros centros porque los mismos han tenido resonancia. Ese tácito pacto de silencio cara al exterior es una constante en nuestro sistema sanitario. Entre nosotros es relativamente frecuente que hablemos de estas custiones, que acusemos a algunos compañeros sobre sus malas prácticas, los errores que han cometido con todo tipo de detalles y nuestra sorpresa de que nadie con capacidad directiva haya actuado en consonancia a la gravedad de los daños cometidos y actúe para que no siga perjudicando a otros pacientes. Conocemos perfectamente cuáles son los servicios clínico o quirúrgicos que funcionan bien, cuáles de manera regular y qué compañeros, de manera sistemática, cometen errores en el ejercicio de su profesión. Recientemente The New England Journal of Medicine, en octubre de este año, publica el artículo Talking with Patients about Other Clinicians´Errors en el que se señala que es una tónica generalizada el no hablar con los pacientes sobre los errores cometidos por los demás; por tanto, una tremenda indulgencia que no beneficia a los pacientes a los que tratamos ni se sabe muy bien a quién puede favorecer esta política del avestruz. En todo caso, y como siempre, volvemos al tema principal repetitivo en cuestión de seguridad de los pacientes; falta cultura, saber qué hacer en determinadas situaciones, qué comunicar a nuestro paciente en caso de detectar que otro compañero ha cometido un error en la atención sanitaria que le prestó. Como siempre, si no sabemos cómo actuar, quedamos quietos y perpetuamos el problema. Y si ya resulta difícil en nuestro ambiente de trabajo reconocer con franqueza que nos hemos equivocado, autoinculparnos, cuanto más lo es "acusar" a un compañero de un error. ¿Y hablar con franqueza con el compañero? No suele ocurrir y no se hace por miedo a no saber cómo va a reaccionar tu colega de profesión. El principal temor que subyace es el de activar una reclamación o dar pie a la misma contra un compañero; ¿lo voy a perjudicar? Mejor me callo y espero a que pase este episodio y se resuelva de la mejor manera posible. Estamos lejos de alcanzar el paradigma de la existencia de un enfoque conjunto del error para poder informar de forma transparente al paciente y de esta forma satisfacer sus expectativas y necesidades de atención tras la comisión de esos errores asistenciales. 
 Sin embargo, es paradójico que el conflicto entre profesionales se dé con mucha frecuencia. Así no es difícil que algún paciente te relate una experiencia parecida a ésta: 
- Lo siento, su familiar ha fallecido, 
- Pero, ¿por qué, doctor? 
- Un infarto de miocardio; hemos hecho lo posible pero... si lo hubiesen diagnosticado antes y trasladado al hospital, hubiésemos podido salvarlo. Pero en estas condiciones ha sido imposible...


Este diálogo o cualquier parecido deja a los "pies de los caballos" al profesional de atención primaria o al facultativo que estuviese tratando a ese paciente que ha muerto. En estas circunstancias, no tenemos ningún pudor en señalar con el dedo acusador a otro compañero al que ni siquiera conocemos, ni sabemos las circunstancias de tiempo y lugar en la que ha tenido que desarrollar su actividad. Estos conflictos indirectos entre profesionales sanitarios se dan con demasiada frecuencia y se convierten en caldo de cultivo para reclamaciones y demandas. A pesar de que existen códigos deontológicos que debieran resolver, en su seno, estos choques entre pares, sin embargo no lo consiguen y esas tensiones transcienden el ámbito asistencial. Y en estas circunstancias es cuando hay que guardar silencio, ser prudente, callar nuestras propias opiniones sobre los hechos, reconocer que estas pueden estar muy sesgadas por desconocimiento de lo ocurrido con anterioridad, evitar las críticas innecesarias y sobre todo, no tratar de culpar a otros del escaso éxito de nuestra actividad puntual. 
Siempre lo expreso en mis conferencias: tras un demanda contra un profesional suele haber un abogado pero, siempre, el consejo o la recomendación de un colega. Estas conductas y déficit de profesionalidad comprometen seriamente la seguridad de los pacientes y la confianza de los mismos en el sistema. Las mismas pueden verse agravadas por un sistema inflexible, muy burocratizado con un rígido escalado jerárquico. 
Ni uno ni lo otro; probablemente encontremos el camino adecuado en el diálogo, en la confianza, en el trabajo en equipo, volviendo a reputar la denostada profesión sanitaria para que vuelva a ganar o aumentar la confianza de la sociedad en ella. Y eso lo conseguiremos desterrando desacreditaciones de compañeros mediante comentarios inapropiados, descargas emocionales indebidas y a destiempo, rivalidades no justificadas, no solo entre colegas de profesión o de centro sanitario, sino que a veces, como hemos visto, dirigidas a los pacientes trasladándoles estos conflictos. Y claro, el contaataque es inmediato por parte del profesional agredido. 
Una adecuada relación entre profesionales y una correcta comunicación se hace necesaria para garantizar la seguridad de los pacientes y una praxis de calidad . Aunque haya que retomar el juramento hipocrático en su literalidad: "consideraré a mis colegas como mis propios hermanos y no formularé a la ligera juicios contra ellos que pudieran lesionar su honorabilidad y prestigio".
Sigamos caminando hacia una nueva forma de hacer las cosas en el marco de esta disciplina emergente denominada seguridad del paciente que da mucha importancia a ir más allá de la culpa y del culpable, tanto de la organización como en la dimensión personal del error, manteniendo la responsabilidad e integridad en las interacciones entre profesionales (comunicación) como con  los pacientes y sus familiares que han sufrido efectos adversos evitables o no, sobre lo que ya hemos escrito con reiteración en este cuaderno y seguiremos haciéndolo. 

sábado, 19 de octubre de 2013

Tecnolatría

Término ampliamente utilizado en la ciencia de la administración y poco aplicado en el campo de la salud a pesar de su vigencia y actualidad. Podría decirse que tecnolatría es el desorden de la técnica y una veneración incondicional, no exenta de utopismo, hacia sus capacidades o posibilidades. Según palabras de Ernesto Sábato se trata de la deificación de los éxitos científicos. Se refería a la ciencia y la tecnología que han robotizado al ser humano. Es cierto que el avance del ser humano en general y de la medicina, en particular, viene condicionado por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. ¿Qué entendemos por tecnología? Se puede definir como la aplicación del conocimiento con el objeto de resolver problemas para que las sociedades progresen. Muchos son los factores que influyen en la puesta en marcha de esos avances. Ya dijo Einstein: "Es extraño que la ciencia, que antes parecía inocua, se haya convertido en una pesadilla que hace temblar a todo el mundo". Podemos ejemplarizar tan magnífica sentencia con la bomba atómica, la contaminación ambiental, etc. 

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿El riesgo cero?

Si continuamos con el hilo conductor de la última entrada de este blog (semántica del riesgo), se podría afirmar que la definición de riesgo es la posibilidad de que ocurra algo no deseado. Esta definición tiene dos dimensiones: la primera es la probabilidad, en este caso la posibilidad de que suceda lo indeseado. La segunda es la consecuencia, expresada en ese "algo" indeseado. Otro significado de la palabra riesgo es que generalmente se asocia a un peligro que amenaza, sin aspectos cuantitativos. Las personas se imaginan las consecuencias de un peligro que les amenaza. Esto se refleja más en su dimensión consecuencias que en su dimensión probabilidad
Otro concepto general, quizás el más utilizado en la definición de riesgo, es que el riesgo es la combinación de la probabilidad de que se produzca un hecho y de sus consecuencias. El riesgo se define como el valor esperado de esas consecuencias, que es el producto de la consecuencia por su probabilidad. 
Una probabilidad se representa con un número decimal que varía en sus valores entre más de cero (o más del 0 %) a menos de uno (o menos del 100 %). La probabilidad de ocurrencia de un riesgo no puede, pues, por definición, tomar valores extremos, ya que si ese fuera el caso, el riesgo no existiría: el valor nulo o cero (0) significa que el evento que se trate no puede nunca acontecer; el valor uno (1 o 100 %) representa que el resultado que estudiamos aparece siempre, es cierto, hay seguridad de que ocurra y, por tanto, no es riesgo (hay certeza).

sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Cuestión de semántica o de concepto?

¿Qué entendemos por riesgo? Es concepto fácil de descifrar pero difícil de asimilar. Muchas son las definiciones existentes. Tomemos la siguiente: "probabilidad de que se produzca un resultado indeseable -o la ausencia de un resultado buscado- en el transcurso del proceso (incluye todos los componentes de la acción) de atención sanitaria (en nuestro caso)". Es verdad que digerir la noción de riesgo es complicado. La Real Academia de la Lengua Española, en su 21ª edición de su diccionario, define el concepto riesgo, derivado de la palabra antigua restar (cortar), como "contingencia o proximidad de un posible daño", siendo su origen la palabra latina resecare. También admite "cada una de las contingencias que pueden ser objeto de un contrato de seguro". Se deduce de la noción "riesgo" un peligro o un resultado no deseado (daño posible) en potencia; además sugiere la posibilidad de medida de su aparición utilizando teorías matemáticas (probabilidades). 
Un riesgo es una particular forma de peligro que ocurre de forma aleatoria, al azar, sin causa. Es un peligro donde se trata menos de imputar una causa a hechos pasados como de prever ocurrencias en el futuro. El riesgo aparece más vinculado al término vulnerabilidad, mientras que el peligro aparece más asociado a la factibilidad del daño. Paradójicamente, su predicción resulta posible debido a su carácter aleatorio: el azar obedece, responde a reglas, que la recogida de información estadística y su cálculo probabilístico permiten adivinar. La noción de riesgo aparece como un reductor de la incertidumbre.

lunes, 16 de septiembre de 2013

La cenicienta

Leo con horror la siguiente noticia: "al menos 37 personas han fallecido a causa de un incendio registrado el pasado 13 de septiembre de 2013 en un hospital psiquiátrico de la provincia rusa de Novgorod (centro), lo que supone el tercero de estas características que se produce en Rusia en lo que va de año".
El primero y más grave, con 38 fallecidos, ocurrió el 26 abril en un hospital psiquiátrico de la región de Moscú. En el segundo, el 1 de mayo, murió una persona en el incendio registrado en una clínica psiquiátrica del pueblo de Burnak, en el distrito Zherdevski en la región de Tambov, que obligó a evacuar a otros 52 pacientes.
La fallecida era una paciente que incendió su colchón mientras fumaba en su cama" (este hecho me trae a la memoria mi estreno como Director Gerente en un hospital hace ya mucho tiempo, en el que, a las pocas horas de tomar posesión, se quemó un ala del hospital por el incendio de un colchón por fumar el paciente en la cama; afortunadamente no pasó nada grave, al menos en términos de daños o lesiones).

miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Se aprende de las catástrofes?

Es difícil para mi escribir esta entrada pero al mismo tiempo algo me conduce a expresar lo que siento, desde una perspectiva personal y de entusiasta defensor de la seguridad de los pacientes, ante los desgraciados hechos acaecidos el mes de julio en la Comunidad Autónoma de Galicia. Transcurrido algo más de un mes me atrevo a poner negro sobre blanco las reflexiones que me sugiere esta y otras catástrofes ocurridas no hace mucho tiempo en nuestro país. El pasado 24 de julio la conmoción por el accidente de Santiago nos sacudió a todos sin excepción. Inmediatamente se atribuyó la causa del accidente al exceso de velocidad consecuencia del error humano. También es cierto que enseguida se invocaron las "leyes de Reason" y comenzó a prevalecer la teoría de que la realidad de los accidentes es siempre más compleja que la recurrencia al simple error humano. El transporte ferroviario, al igual que el aéreo, son sistemas diseñados dentro del umbral de la "ultra-seguridad" debido a las consecuencias catastróficas de un potencial accidente. Es decir, tienen que ser capaces de realizar más de un millón de actividades sin sufrir un accidente, de manera que ningún fallo aislado, incluido el error humano, ocasione la catástrofe (ver entrada en este blog titulada "paradojas de la seguridad"). Una primera aproximación al objetivo de este escrito: el número de damnificados lo componen 79 fallecidos y aproximadamente 150 heridos que nos han hecho estremecer. Da igual el estudio sanitario con el que se quiera comparar; la Asociación Americana de Médicos (abril de 2013) estima que se producen 40.000 a 80.000 fallecimientos al año por errores médicos. En su cifra más baja, es como si se produjeran en aquel país más de un accidente similar y con desgracias parecidas al del accidente de Galicia (número de fallecidos) al día. Y sin embargo, el sistema sanitario es demasiado opaco para que estas cifras se hagan públicas y se adopten las medidas adecuadas para convertir el sistema de salud en un modelo de los considerados "ultraseguros". Se precisa, pues, de una mayor visualización, más transparencia en sanidad para progresar, para mejorar, para avanzar en seguridad de los pacientes.

lunes, 22 de julio de 2013

Sentido común

Numerosos datos y estadísticas aportan información relevante sobre la existencia de eventos adversos en el campo de la salud. Este torrente de noticias que se ha acrecentado en el transcurso del tiempo nos ha hecho ser consciente sobre la existencia de una idea, de un concepto, de una disciplina denominada seguridad de los pacientes y la legítima preocupación que muchos tenemos por la misma. En cierto modo, si esa era el objetivo, se ha cubierto con creces. La seguridad de los pacientes es un concepto que suena a casi todos, cuya existencia es ya conocida y que su aplicación puede proporcionar beneficios a todos los actores implicados en su génesis y razón de ser: profesionales y pacientes, en primer lugar, pero también empresarios del sector, administraciones sanitarias, políticos, directivos, proveedores y un innumerable etcétera. Sin embargo, ese aluvión de datos, esas informaciones que se aportan al mundo científico, esas noticias de prensa que se publican de vez en cuando en relación a la seguridad de los pacientes, no estoy seguro que hayan conseguido el efecto deseado; efectivamente es contradictorio que cuanto más se avanza en sacar a la luz pública información significativa sobre consecuencias no deseadas de los actos asistenciales, la mejora de la seguridad de los pacientes no siga un camino paralelo a ese incremento investigador; a veces, incluso, habría que llegar a cuestionarse si esas estadísticas sobre eventos adversos, esos grandiosos estudios científicos de carácter internacional sobre resultados no deseados y sus causas hayan conseguido el objetivo perseguido que no ha de ser otro que una mayor seguridad de los usuarios en contacto con el sistema sanitario.
Evitar y prevenir eventos adversos y mitigar las consecuencias son conceptos que se incluyen clásicamente en la definición de seguridad de los pacientes. Pero lo más importante es tenerla en cuenta, llevarla en tu mochila, pensarla en cada actuación que realices en el marco de la asistencia sanitaria. O lo que es lo mismo, tenerla prendida de tus valores, tus actitudes, en tus capacidades de actuar en beneficio de esos pacientes. El convencimiento que tiene una persona o equipo en superar los obstáculos sin pensar en que algo irá mal, comportamientos que prioricen en situaciones de incertidumbre la búsqueda de resultados favorables, es lo que se espera de un profesional o equipo que lucha por aumentar la seguridad de los pacientes.

domingo, 7 de julio de 2013

Recortes como oportunidad

Un reciente artículo en la revista Lancet, titulado "Financial crisis, austerity, and health in Europe", señalaba los efectos de los recortes presupuestarios a las partidas de Sanidad y del aumento del desempleo sobre la ciudadanía en forma de aumento de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad y que en algunos países sean más los ciudadanos que no tienen dinero para comprar medicinas o para ser atendidos; en el artículo se critica a la Unión Europa por no haber analizado ni afrontado el impacto de la crisis económica en la salud de los ciudadanos. "Muchos ministros de salud se mantienen en silencio", señala el texto. Además, se hace referencia al repunte de algunas enfermedades infecciosas (como el VIH o la malaria, tras el brote registrado en Grecia) y de la tasa de suicidios, que hasta 2007 había retrocedido, según sus datos. En la misma línea de pensamiento o más allá, se habla de desmantelamiento del sistema de salu español por la austeridad, este otro artículo del BMJ

viernes, 5 de julio de 2013

La trivialidad de los riesgos

Los métodos que disponemos para analizar los riesgos en la empresa sanitaria pueden ser clasificados en métodos retrospectivos, basados en el análisis de la información histórica del centro sobre incidentes y eventos adversos y una aproximación predictiva o prospectiva consistente en analizar en profundidad los procesos que se realizan en los hospitales y centros de salud para predecir los riesgos en que se incurren cuando se desarrollan. Una de las herramientas no muy utilizada pero útil por sus sencillez y capacidad de discriminar riesgos en función de su impacto es el diagrama de Pareto que permite detectar los problemas que tienen más relevancia mediante su aplicación (pocos vitales, muchos triviales): hay muchos problemas sin importancia frente a solo unos pocos graves. Juran le dio este nombre en honor de un economista italiano- Wilfredo Pareto- cuya “Ley de Pareto” recogía la investigación de que la desigualdad económica es inevitable en cualquier sociedad (lamentablemente).

martes, 25 de junio de 2013

Carnet por puntos para la seguridad

Con más de medio siglo de vida, el cinturón de tres puntos sigue siendo el elemento de seguridad más importante para los ocupantes de un automóvil. Los múltiples airbags o los controles de estabilidad y de tracción sólo complementan este sencillo y útil invento que patentó Volvo en 1959: sin él, los demás elementos pierden su utilidad. En los años veinte, cuando se popularizó la propiedad y uso del automóvil, estos no iban equipados con cinturones se seguridad. Curiosamente, fueron los médicos los que empezaron a reaccionar ante la gravedad de las heridas causadas por los accidentes que tenían que atender e instaron a instalar rudimentarios cinturones. Varios médicos rogaron a los fabricantes que se incluyera esta medida de seguridad en los vehículos, a semejanza del usado por los aviones, pero su solicitud no alcanzó mucho éxito. Hubo ciertas marcas, entre ellas Ford y Chrysler, que comenzaron a incluir opcionalmente cinturones de dos anclajes. Aunque los conductores no parecían estar muy interesados por pagar mayor precio a cambio de más seguridad. Pero la historia dio un giro inesperado  cuando Volvo contrató como ingeniero responsable de seguridad a Nils Bohlin, creador del diseño del asiento catapulta de los aviones de combate Lomas Draken J35. 
Comenzaron las pruebas con los cinturones de dos puntos que ya se usaban, pero los datos obtenidos en los pruebas de choques de coches no convencieron a estos esforzados encargados de la seguridad. La idea de Bohlin era crear un sistema que se adaptara lo máximo al cuerpo humano por lo que ideó el cinturón de seguridad que hoy conocemos. Un cinturón de seguridad con tres puntos de anclaje que mejoraba el utilizado en la aviación. 


jueves, 20 de junio de 2013

Comiogenia, dyspraxis e iatrogenia

Iatrogenia, también llamado acto médico dañino, deriva de la palabra iatrogénesis que tiene un significado literal de "provocado por el médico o sanador" (iatros significa ‘médico’ en griego, y génesis, ‘crear’). Se refiere, en términos generales, a los posibles daños que un paciente pueda sufrir como consecuencia de la prescripción y la aplicación de tratamientos para curar alguna enfermedad. Es un estado de enfermedad provocado por los médicos, tratamientos médicos o medicamentos. Este estado puede también ser el resultado de tratamientos de otros profesionales vinculados a las ciencias de la salud, como por ejemplo, terapeutas, psicólogos, enfermeras, etc.
Algunos quieren también apreciar diferencia entre los dos conceptos que siguen. 
La mala práctica (dyspraxis) la entendemos como deficiente práctica clínica que ha ocasionado un daño al paciente. Se entiende como tal, cuando los resultados son claramente peores a los que, previsiblemente, hubieran obtenido profesionales distintos y de calificación similar, en idénticas circunstancias. En tanto que la iatrogenia la podemos referir a "la acción adversa o perjudicial que resulta directa o indirectamente de la actividad diagnóstica o terapéutica del equipo de salud". Sin duda, en la malpraxis, hay actuaciones incorrectas que pueden provocar efectos iatrogénicos, estableciéndose así una diferencia: la iatrogenia como consecuencia o efecto negativo de una acción correcta, adecuada, incluso, la indicada; y el daño como la consecuencia negativa de un acto incorrecto, errático, negligente, imperito o impropio.

viernes, 14 de junio de 2013

Ideas para avanzar

El sistema de salud es de alto riesgo; en esto estamos casi todos de acuerdo. Las cifras conocidas, exponente probablemente solo de una parte del problema (la cima del iceberg) son muy significativas. Uno de cada diez pacientes que ingresan en cualquier hospital de la geografía española sufre un evento adverso; una unidad de 30 camas va a ser testigo de una desviación asistencial cada semana y la mitad de los errores médicos, en los hospitales, son “potencialmente evitables”. Podría seguir pero todos los que estas líneas leen, saben de la magnitud y transcendencia del problema. Sin embargo, su abordaje resulta mucho más arduo, más difícil que en cualquier otro sector que produzca riesgo. Y muchas veces te preguntas, ¿porqué ocurre esto? Trato de responder en parte esta pregunta. 
Quizás, en primer lugar, habría que invocar la confusa definición del error que en el terreno de la salud es difícil porque se puede entremezclar la propia evolución errática de la patología que hace que fácilmente se pierda la trazabilidad del proceso y la posible relación causa efecto entre el acto asistencial y el resultado no esperado (salvo una evidencia muy manifiesta).
Error sería el acto de equivocación u omisión en la práctica de los profesionales sanitarios que puede contribuir a que ocurra un suceso adverso que vendría definido como el daño no intencionado causado durante o a consecuencia de la atención sanitaria y no relacionado con la evolución o posibles complicaciones de la enfermedad de base del paciente.

martes, 11 de junio de 2013

Los puntos sobre las "íes" latinas

La traducción de la alocución latina Primum non nocere, atribuida a Hipócrates (siglo V adC), acepta varias formas, aunque se reconocen diferencias sutiles entre ellas: 
  •  Primero, no hacer daño
  •  Sobre todo, no hacer daño
  •  Ante todo, no hacer daño
  •  Primero que nada, no dañar 
  • Antes que nada, no dañar
Se refiere, entonces, al deber de los médicos de no causar daño, obligación que se antoja como primordial en la jerarquización de sus obligaciones éticas. Ningún profesional sanitario (en su sano juicio) quiere hacer daño a sus pacientes; incluso se ha acuñado el desafortunado término ((para mí)) de "segundas víctimas" por el Dr. Wu, para señalar aquellos profesionales que habiendo cometido un error se tienen que enfrentar a las culpas y remordimientos derivados. Incluso antes, el Dr Hilfiger, un médico rural en un recóndito lugar de EEUU publicó en 1984 en el New England Journal of Medicine un artículo titulado Facing ours failures que él mismo define como "la imposibilidad de no cometer errores, el dolor que esto le causa al médico y la incapacidad que tenemos de lidiar con ello".

sábado, 8 de junio de 2013

Mirar hacia atrás

El protocolo ALARM ha sido diseñado por la Clinical Safety Research Unit del Imperial College de Londres con el fin de ser utilizado para el análisis de incidentes adversos en pacientes hospitalizados. El método ALARM, desarrollado por Charles Vincent, publicado en el año 1998 (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1112945/), se basa en el modelo del queso suizo de Reason que se representa a continuación: 


Como conocen, este modelo se basa en tres puntos fundamentales; 

lunes, 3 de junio de 2013

Ceder los riesgos

Podemos señalar que la incertidumbre se concreta en la dificultad -muy frecuente- de contestar sí o no a una cuestión determinada, de definir si una actuación profesional ha sido correcta o equivocada. Más aún, la incertidumbre tiene que ver con la inexistencia real del "paciente medio" en los servicios sanitarios, al que se podría aplicar el conocimiento medio y obtener siempre resultados favorables. Por ello, los gestores, los jueces, la sociedad, tienen que saber que las reglas predefinidas, los protocolos, los algoritmos, las guías clínicas no son más que líneas generales respecto a la actividad profesional, ya que dicen demasiado o muy poco acerca del paciente individual. Su aplicación no garantiza obtener los resultados deseados en un paciente determinado.
Errores e incertidumbre son consustanciales a la práctica de la medicina, disminuir unos y otra es un reto permanente de los profesionales, ya que pueden dar origen a responsabilidad.
El término “malapraxis”  se introduce en nuestro lenguaje por influencia de la literatura médico-legal anglosajona y engloba cualquier tipo de actuación que, en principio, no se habría ajustado a las normas habituales y aceptadas en la práctica médica (normopraxis).
No todos los países enfocan el tratamiento de la responsabilidad sanitaria de la misma forma, ni desde el punto de vista jurídico ni desde el punto de vista económico. La legislación y la jurisprudencia de la mayoría exige en su ordenamiento la existencia de falta o malapraxis en la actuación del profesional (responsabilidad subjetiva) para conceder una indemnización, incluso en el sistema público.

viernes, 31 de mayo de 2013

Un sentido crítico de las estadísticas



Si quieres demostrar algo absurdo toma un montón de datos, tortúralos hasta que digan lo que quieres demostrar, y a la confesión así obtenida llámale "estadística" (Darrel Huff, "How to lie with statistics")

Dos meses de viajes intensos llevo, cruzo el país de este a oeste con frecuencia. Utilizo como medio de transporte el avión y la paciencia. Y aunque parezca incongruente con lo que voy a describir a continuación, uno no piensa (y mira que tienes tiempo para eso) en las probabilidades que te asisten de llegar al punto de destino indemne; lo das por hecho. Así es la vida, afortunadamente. 

A veces al disertar sobre errores de la práctica asistencial, efectos adversos o resultados no deseados en la clínica, se tiene la tentación de comparar esas cifras de riesgos con las probabilidades de sucesos adversos en la vida cotidiana. A modo de ejemplo, la probabilidad de contraer el virus de la inmunodeficiencia humana tras una sola transfusión es de 0,7 por millón; tras veinte lanzamientos consecutivos de una moneda, la posibilidad de que salgan todas caras o cruces es de uno por millón; la muerte por accidente de avión alcanza 2,4 veces por millón de ocasiones; la muerte fulminante por el alcance de un rayo es de 2,8 por millón, la muerte en el acto anestésico de 7,5 por millón y la muerte por accidente de automóvil, 187 por millón.

sábado, 25 de mayo de 2013

Lo siento


A veces es dificil asumir un error y mucho más reconocerlo. Lo rutinario es inventar excusas antes de admitirlo y pedir perdón, cuestión que hacemos en muchos otros órdenes de la vida. Aunque algunos no han pronunciado esas sencillas palabras nunca en su vida. A lo mejor es que estamos entrenados y formados a ser infalibles, a no admitir el fracaso, el fallo o el error, a reconocer que somos engranaje de un todo que a veces está mal engrasado y chirría, cuando no falla. No es fácil. Y eso que los psicólogos nos dicen que libera mucho la conciencia si uno se disculpa cuando yerra. Y políticamente correcto debe ser, cuando hasta el Rey pronunció su ya afamado «Lo siento, me he equivocado. No volverá a ocurrir».

En el mundo sanitario se suele pasar de puntillas sobre el delicado asunto de los errores sanitarios. «Si no somos capaces de aprender de los errores de los demás [colegas de profesión], ¿cómo podemos crecer como médicos?», se preguntaba Lucian Leape, uno de los líderes mundiales en seguridad del paciente. Los que nos interesamos por el mundo de la gestión de los riesgos sanitarios llevamos años predicando que todos los sistemas encierran la posibilidad de fallar. Cuanto más complicado es el engranaje, más probabilidades hay de que se produzca un incidente o resultado no deseado. Es ingenuo pensar que los miembros de la profesión médica y/o de enfermería, como trabajadores sanitarios de primera línea, están exentos de equivocarse.

martes, 21 de mayo de 2013

En caso de duda

A partir de los años noventa, el principio de precaución ha sido invocado para reclamar o justificar medidas de prevención en ausencia de certeza de riesgo; podemos citar, a título de ejemplo, el embargo europeo a la carne bovina inglesa (1996) antes que fuera probado científicamente el riesgo de transmisión al hombre de la enfermedad de las vacas locas; el abandono de un proyecto de línea de alta tensión en Bélgica (1999) sin que pudiera demostrarse la nocividad de los campos electromagnéticos; la destrucción en Francia (año 2000) de cultivos de soja con OGM sin que se conociera realmente su efecto sobre el medio ambiente. En virtud del principio de precaución, no es suficiente apoyarse sobre el conocimiento existente en el momento de la toma de decisiones para poder ser exculpado de responsabilidad en un futuro; quién decide, sea quien fuere, tiene una obligación de anticipación. Debe tener en cuenta las incertidumbres de tipo científico a largo plazo. Estas bases conceptuales deben ser aplicadas en nuestra manera de llevar a cabo la gestión de riesgos sanitarios con el objetivo de incrementar la seguridad de los pacientes. Aunque no existe una definición universalmente aceptada, el principio de precaución puede describirse como la estrategia que, con enfoque preventivo, se aplica a la gestión del riesgo en aquellas situaciones donde hay incertidumbre científica sobre los efectos que en la salud (o el medio ambiente) puede producir una acción o actividad determinada.

viernes, 17 de mayo de 2013

¿Y si...?

Existen dos maneras de identificar los riesgos en un centro sanitario: antes de que causen un incidente, accidente o evento adverso (identificación proactiva), es decir, anticipándote a su materialización y una vez han ocurrido, es decir, a toro pasado (identificación reactiva). En cualquier caso, para conocer los riesgos potenciales que puedan afectar a los pacientes es necesaria la existencia de información específica.
La prevención primaria de los eventos adversos es aquella capaz de detectarlos de manera previa a su aparición y tiene como finalidad reducir su incidencia, incrementando aquellos factores que mejoran la seguridad del paciente y reduciendo aquellos que contribuyen y predisponen a la aparición de errores y fallos de las barreras del sistema. A tal fin debe destacarse la importancia del fomento de una cultura de la seguridad proactiva ante el riesgo y favorecedora del aprendizaje a partir de los errores y fallos acaecidos, la formación y entrenamiento de los profesionales en técnicas y procedimientos seguros, las conductas dirigidas a evitar procedimientos diagnósticos y terapéuticos innecesarios y sin evidencia de su beneficio para el paciente o la erradicación de procedimientos diagnósticos y tratamientos para los que existen alternativas efectivas más seguras.

domingo, 12 de mayo de 2013

Paradojas de la seguridad

La seguridad asistencial (y su correlativa inseguridad) es uno de los problemas que más debiera de preocupar a los pacientes, sus familiares y a los ciudadanos que interaccionan con el sistema de salud. Se repite con frecuencia que la sociedad actual es la de las “tecnologías”, pero también la de los “riesgos” (término acuñado por Beck). Surgen nuevas enfermedades, renacen antiguas y retoma importancia la capacidad cada vez más agresiva que no efectiva de los métodos de prevención y tratamiento de esas enfermedades.
Hoy en día existen modelos de seguridad de diferentes estratos, desde un nivel mínimo hasta los sistemas de máxima seguridad. Siendo el dintel de seguridad tan distinto, sin embargo, se constatan dos fenómenos paradójicos: si no se avanza en seguridad, al primer incidente o accidente grave, se tendrán muchos problemas; y, por otro lado, los progresos que se realizan, al cabo de los años, tienden a disminuir su efecto, por lo que es más que deseable que exista presión (social, mediática, reglamentaria, etc.) para su mantenimiento.

jueves, 9 de mayo de 2013

Aprendiendo de la experiencia

No se debe gestionar de oído; algunos lo hacen y así nos va. No se puede promocionar la seguridad de los pacientes, trabajar para mejorar la calidad asistencial que se les proporciona, sin que exista un retorno de información sobre lo que está ocurriendo con ellos y que la misma provenga de los trabajadores de primera línea, médicos, enfermeras, matronas, farmacéuticos y otros profesionales sanitarios. 
Datos hay muchos; básicamente de la actividad que se hace con los pacientes: intervenciones quirúrgicas, días de estancias, urgencias atendidas, etc. Su agregación en forma de indicadores sanitarios y su análisis, proporcionan información suficiente para poder tomar las decisiones más eficientes y efectivas en el marco de actuación de cada uno. Existen indicadores de calidad que forman parte de los cuadros de mandos de hospitales y centros de salud. 
¿Pero cómo nos enteramos de lo que no funciona tan bien? Eso es más difícil. Aprovecho una nueva iniciativa de los activos compañeros de UCISeguras (¡vaya empuje le están dando a la seguridad de los pacientes!, gracias) en la que piden ideas en un foro sobre notificación de incidentes para exponer lo que sé y pienso al respecto. Ahí va.

domingo, 5 de mayo de 2013

Día mundial de la higiene de manos

Hoy día 5 de mayo; participando con los grupos y compañeros interesados en promover la seguridad de los pacientes. Son bastantes; no suficientes, a lo mejor, pero preocupados y muy activos en promocionar aquello en lo que creen y con lo que se enfrentan a diario; sus enfermos, sus pacientes. Entro todos, un foro abierto en el blog de UCIseguras sobre higiene de manos. Piden participación y se me ocurre homenajear a la persona que abrió la puerta a que hoy se conmemore el día mundial del lavado de manos. Reproduzco lo escrito en el foro. Mi enhorabuena a los compañeros que forman el mundo de UCISeguras; conseguirán aquellos logros que se propongan. No soy ningún experto en materia preventiva. Pero no entiendo porqué, si conocemos la ventaja del lavado de manos en cuanto a prevención de infecciones en nuestro entorno y/o salvar vidas, no lo hacemos. No soy capaz de entender la razón de ésta resistencia. O quizás si y lo refleje en el pequeño homenaje que inserto a continuación. Queda camino por recorrer, vayamos ganando etapas.

miércoles, 1 de mayo de 2013

¡Cuándo todo va mal!


«Crisis» es aquel período o situación en el cual la normalidad vigente pierde su sustancia dando lugar a cambios bruscos o dificultades. Significa una variación repentina que amenaza la imagen y la homeostasis de un centro sanitario porque se produce un evento adverso súbito (inesperado o extraordinario) frente al cual la institución tiene que reaccionar.
Siendo un fenómeno grave, ha de considerarse ligado al funcionamiento cotidiano de todas las instituciones sanitarias y todo depende de cómo socialmente se perciban, acepten y traten los acontecimientos y riesgos y de cómo el centro sanitario reaccione ante ellos.
La crisis o la reacción ante lo imprevisto tiene generalmente una dimensión pública y mediática (los medios acaparan el hecho) y adquiere una importancia tal que obliga al centro sanitario a justificarse. Es precisamente esta aceleración mediática la que hace que la crisis aparezca como un fenómeno excepcional e incluso ilógico.
Las crisis comparten ciertas características comunes:
1.- Sorpresa, ya que no suele haber crisis anticipadas.
2.- Es única, en el sentido que no hay dos crisis iguales ni sus consecuencias son parecidas.
3.- La crisis provoca una reactividad de urgencia, hay que anticiparse a toda costa a las informaciones negativas que afecten al centro. Hay que recordar que los rumores no corren, vuelan.

domingo, 28 de abril de 2013

Monday Mornings

Recientemente ha sido estrenado en España en la cadena americana TNTMonday Mornings, un nuevo drama médico creado por David E. Kelley. La serie televisiva está basada en el libro de homónimo del doctor Sanjay Gupta, neurocirujano. En la trama se van conociendo cómo son las vidas personales y el trabajo que hacen cinco médicos de un hospital de Portland. Cada lunes por la mañana, de ahí el título Monday Mornings, los protagonistas se reúnen en el hospital para poder hablar de los errores cometidos, las posibles negligencias e incluso las muertes que se han producido la semana anterior. El Hospital General Chelsea de Portland es el centro médico, creado para la serie, en el que se desarrolla la acción. Los cirujanos trabajan para superar sus propias limitaciones, lo que en ocasiones conlleva errores. Asumen riesgos que pueden dar lugar a éxitos profesionales o bien a fracasos que pueden acabar con el empeoramiento o la muerte de un paciente. Precisamente la reunión matinal de los lunes, la M&M (siglas de Morbidity & Mortality, es decir, Morbilidad y Mortalidad, que además coinciden con las de la serie), es el momento en el que ponen en común los casos problemáticos y discuten de forma confidencial -aunque en plenario- las razones de sus decisiones, las complicaciones en los tratamientos y las muertes que se han producido.



viernes, 26 de abril de 2013

Cultura de seguridad. ¿De qué estamos hablando?

Se lee, se comenta y mucho que para aumentar la seguridad de los pacientes debemos implantar una cultura de seguridad en nuestros centros. ¿Y eso qué es? A efectos prácticos, ¿qué tenemos que hacer? ¿Es una herramienta didáctica y no sirve más que para eso? Trataré de adentrarme en este mundo "cultural" con prudencia. Dicen que fue en el año 1993 cuando el organismo ACSNI (Advisory Committee on the Safety On Nuclear Installations) -algo así como un comité consultivo para la seguridad de las instalaciones nucleares- definió la cultura de la seguridad como el producto de valores individuales y de grupo, actitudes, percepciones, competencias y patrones de comportamiento que determinan el compromiso, estilo y habilidad en la gestión de la salud y la seguridad de una organización. Y se basan en una comunicación caracterizada por confianza recíproca, percepciones compartidas sobre la importancia de la seguridad y la confianza de que es efectivo hacer prevención. Para conseguir aterrizar en la definición anterior, ¿es necesaria una completa transformación de nuestros servicios hospitalarios, áreas de enfermería, unidades de atención primaria o del centro sanitario en su conjunto? Creo que no. No se trata de conformar un conjunto que hay que ir descomponiendo en partes hasta llegar a las individualidades; se puede conseguir cultura de seguridad construyendo componentes esenciales para ir ensamblándolos en un todo cultural que funcione, haciéndola emerger a través de medidas prácticas, realistas y perseverantes. Por tanto es un compuesto de muchos elementos individuales o lo que es lo mismo, formas de pensar, actuar y gerenciar que interactúan mejorando la "salud de la seguridad". A los profesionales sanitarios acostumbrados a "hacer" les puede parecer un concepto utópico, es decir, una idea inalcanzable.

lunes, 22 de abril de 2013

Espacios de seguridad

¿Cómo medir la seguridad? Básicamente, las organizaciones de salud basan sus defensas o barreras en reglas o procedimientos establecidos de los diferentes procesos (protocolos). La medición de los niveles de inseguridad se hace (no en todos los centros o servicios) a través de la cuantificación de los resultados no deseados. También con los sistemas de notificación de incidentes. Y alguna otra base de datos. Pero estos resultados son pobres en términos de evaluación de la fiabilidad del proceso asistencial. Si la mayoría de definiciones aceptadas sobre seguridad la señalan como "estar libre de riesgos o peligros", se ha de afirmar que éstos se encuentran siempre presentes en las organizaciones. Es posible defenderse de ellos y reducir su incidencia y la magnitud de su ocurrencia, pero nunca podrán ser eliminados del todo. En otras palabras, la utopía del riesgo cero, no existe. Condiciones latentes en la organización siempre se encontrarán y la probabilidad de que causen un evento adverso siempre será mayor que cero. A la par, interesa recalcar el importante componente aleatorio de la causa de los accidentes; organizaciones consideradas muy seguras pueden sufrirlos y las menos seguras (como la nuestra) pueden estar libres de ellos durante largas etapas. Por tanto, a veces, cuestión de buena o mala suerte. Cara y cruz de la seguridad. 
Igual que la salud, medir una ausencia de seguridad es más sencillo que su presencia prolongada. La presencia de enfermedades se evalúa mejor que la existencia de un grado de salud determinado prolongado (continuo salud-enfermedad). De la misma forma podremos imaginar ese continuo de seguridad que determine grados de la misma desde una organización con alta resistencia hasta otra de importante vulnerabilidad, o sea, una dimensión seguro-peligroso.

viernes, 19 de abril de 2013

Somos diferentes

El sistema sanitario es un sector de riesgo y con riesgos. Su realidad demuestra que está muy lejos en la concreción de los objetivos conseguidos por las industrias consideradas más seguras, tales como las nucleares o las aeronáuticas, en la disminución de incidentes y accidentes. El riesgo de morir de un paciente hospitalizado por un error en el continuo asistencial es mil veces más importante que el riesgo de morir por accidente de avión o de tren, y casi diez veces más importante que morir en accidente de tráfico (datos discutibles pero con los que llevamos conviviendo mucho tiempo y, por ende, aceptando). Los números parecen no encajar en nuestra vida cotidiana. Desde niños se nos ha enseñado que dos y dos son cuatro y que la matemática es una ciencia exacta. Pero la vida no es ni ciencia ni exacta, y cuando hay que decidir si es más seguro ir en coche o en avión, o si hay que vacunarse o no (cuántas dudas al respecto), tanto a nivel individual como colectivo, hay que echar mano de información y aplicarle el cálculo probabilístico. Para conocer los riesgos derivados de la vida y poder tomar decisiones informadas hay que tener una mínima capacidad de razonamiento probabilístico. Sin embargo, no estamos formados para navegar en un mundo presidido por la incertidumbre sino por el de la certeza. Y así nos va.

lunes, 15 de abril de 2013

Con la mochila de peregrino repleta


De ilusiones, ganas y fortaleza para seguir aportando al terreno de la Seguridad del Paciente. Continuar el camino iniciado hace ya más de quince años. Pero sobre todo asombrado de los excelentes profesionales que trabajan en este ámbito en la Comunidad Autónoma de Galicia y lo bien que lo están realizando.  Tras nuestro paso por la monumental ciudad de Santiago de Compostela, cruce de caminos y cuna del saber, estamos más que satisfechos del resultado final de del XV Congreso de AEGRIS celebrado los pasados días 11 a 13 de abril.
Largo fue el camino desde mi lugar de residencia hasta allí; mereció la pena. Recibido con lluvia y despedido con un día soleado, nuestro paso por esa capital de la Comunidad Autónoma de Galicia fue fructífero y provechoso. En lo personal, me quedo con las personas con las que he tenido el honor de convivir profesionalmente durante estos días. A la cabeza la Presidenta del Comité Organizador, Cristina Pérez Fernández, subdirectora general de régimen jurídico y administrativo de la Consellería de Sanidad de la Xunta de Galicia, persona admirable en lo profesional y, además, afable y sencilla en el trato, humana, simpática y un dechado de virtudes imposibles de glosar en estas líneas. Sin esas condiciones y su firmeza en la convicción de que este XV Congreso tenía que llegar a buen puerto, hubiese sido imposible tan siquiera planteárselo. Claro, y su jefe, el Sr. Antonio Fernández-Campa García-Bernardo, secretario general técnico, hombre discreto, tímido, gran persona. Sin su apoyo explícito desde el primer momento tampoco la reunión científica hubiese visto la luz. Su presencia constante en todos los actos y su discurso de clausura en el que nos deleitó con una sencillez y claridad de ideas que hacen factible –a buen seguro- que en su departamento la seguridad del paciente sea una constante en todas las actividades. Y un gran equipo que le rodea. Sin ánimo de ser exhaustivo nombrar a Mercedes Carreras Viñas, subdirectora general de atención al ciudadano y calidad con quien tuve la suerte de compartir mesa en la cena de clausura, una exquisita profesional conocedora a fondo de los entresijos de la calidad y la seguridad, de las “de verdad”, como me gusta denominar, trabajadora de primera línea y lejana al estereotipo de los “pensadores” del sector salud. Tampoco olvidar a Raquel Vázquez Mourelle, subdirectora general de inspección auditoría y acreditación, compañera que tiene la suerte de dirigir un magnífico equipo de personas que componen la inspección allá en esta tierra; de entre estos, destacar a la Dra. Clara Olveira Lorenzo; cuanto saber, clarividencia y capacidad de trabajo a la par que humildad puede tener esta compañera. Si de deporte se tratara, sería uno del los fichajes que propondría a mi equipo para reforzar la plantilla. Finalmente –si me dedicara a recordar todas las personas tan estupendas que he conocido y asistido al Congreso, la lista sería interminable- citar mi agradecimiento a Mercedes Lanza Gándara, subdirectora general de planificación y programación asistencial así como al resto de miembros de los Comités organizadores y científico que hicieron posible el evento; como no, a mi Junta Directiva que al mérito fabuloso de trabajar por mantener muy viva la AEGRIS, les une la capacidad mayúscula que tienen de soportarme.

martes, 9 de abril de 2013

Directivos y gestión del riesgo sanitario

Mientras preparo las maletas para viajar hacia Santiago de Compostela para asistir al XV Congreso de AEGRIS (es difícil gestionar tu maleta cuando partes de 25 grados con un sol espléndido y nos va a recibir la ciudad monumental con una máxima de doce grados y, naturalmente con lluvia), haga un leve repaso a una de las principales herramientas con que cuenta la disciplina de la seguridad del paciente para poder disminuir la incertidumbre en que se desenvuelven los actos asistenciales. No tiene más pretensión esta entrada que realizar un simple recorrido "llano" por el concepto de la gestión de los riesgos sanitarios. Al mismo tiempo quiero dejar claro que aunque creo que la seguridad de los pacientes es cosa de los profesionales y que debe involucrarse en la cultura de los mismos y extenderse en un dirección de abajo arriba, es necesario que se involucren los equipos directivos para que tengan éxito las estrategias y programos que abordemos. Me explico o lo intento. 
En general, podemos definirla como la función que en el seno de una empresa o institución, viene a identificar, evaluar, evitar los riesgos o a reducir sus consecuencias y prever la financiación de las mismas. Esta función descansa sobre una estructura claramente definida en el organigrama de la institución. Gestionar los riesgos en los centros sanitarios es poner en marcha una estructura organizativa para identificar, analizar y reducir los que puedan comprometer la ejecución de los objetivos del hospital, centro de salud o empresa sanitaria.

domingo, 7 de abril de 2013

AEGRIS: estamos en la dirección correcta


La Asociación Española de Gestión de Riesgos Sanitarios y Seguridad de los pacientes que tengo el honor de presidir y en cuya génesis formé parte muy activa junto a otros compañeros de singladura, nació en el año 1998 con unos objetivos que aún mantiene en sus estatutos y que son los de cultivar y fomentar el estudio y mejor conocimiento de las materias relacionadas con la gestión de riesgos sanitarios y la seguridad de los pacientes, facilitar el ejercicio de estas actividades a sus miembros (e interesados) así como su desarrollo profesional, la formación continua de los mismos, promover contactos e intercambios profesionales y realizar cualquier tipo de actividades que contribuyan a la mejora de la calidad de los servicios sanitarios en el Estado Español y a la seguridad de los usuarios y profesionales de los servicios sanitarios. La concepción actual y objetivo principal de la gestión de riesgos sanitarios es la mejora de la calidad asistencial mediante la disminución de circunstancias que pueden causar daño al paciente en relación con los servicios prestados.
Un hecho incuestionable es que AEGRIS mostró su preocupación por la seguridad de los pacientes con antelación a que el Instituto de Medicina de EE.UU (IOM) publicará en el año 1999 su ya reputado (y criticado) informe denominado “Errar es humano” cuyo texto íntegro pueden leer si lo desean, ya que tienen un enlace en el apartado de este blog "documentos de interés", que generó un revuelo y gran inquietud en todo el mundo sirviendo a su vez como punto de partida para numerosas iniciativas en el ámbito de la seguridad de los pacientes. Este informe como es de todos conocido mencionaba que los accidentes iatrogénicos, es decir, causados por intervención directa de los sistemas de asistencia sanitaria (bien por acción, bien por  omisión) pudieron ser el origen entre 44.000 y 98.000 muertos al año en los hospitales de agudos en EE.UU. Estos datos han sido cuestionados por estudios posteriores aunque han tenido el mérito de constituir el punto de partida de un tsunami imparable en pos de la búsqueda de la seguridad de los pacientes y la creación de una cultura profesional en ese ámbito.
Desde entonces AEGRIS ha hecho un esfuerzo encomiable en cuanto a formación continuada y animación de la seguridad de los pacientes a nivel nacional como lo prueba la realización de ocho Jornadas técnicas o la celebración de catorce Congresos en diferentes puntos de nuestra geografía y un decimoquinto ya muy próximo que comienza el jueves 11 de este mes de abril en Santiago de Compostela, al que quedan invitados todos los lectores que se animen a estar con nosotros en este prometedor evento (mayor información sobre el mismo en la página web de AEGRIS http://www.aegris.org  o en ésta dirección http://www.15congresoaegris.com/.
Además numerosa presencia en eventos científicos sobre seguridad del paciente organizados conjuntamente con otras empresas o instituciones. Miembros de AEGRIS somos participantes destacados en numerosos foros relacionados así como autores de numerosas publicaciones en el marco del conocimiento de la seguridad de los pacientes.
Por tanto hace quince años ya detectamos una nueva disciplina a la que dedicar un esfuerzo encaminado a promocionar una actividad tendente a acometer prácticas seguras en la actuación profesional sanitaria.

martes, 2 de abril de 2013

NAVEGANDO ENTRE EFECTOS ADVERSOS, ERRORES Y COMPLICACIONES


Hoy es fiesta en Murcia (bando de la huerta) y me atrevo con esta nueva entrada. Su pretensión es clara: precisar términos que se utilizan de manera continua en el ámbito de la seguridad del paciente aunque, a veces, de manera no adecuada. Vamos a ello.
La frontera entre eventos adversos evitables e inevitables no es neta, impermeable, ni estable sino más bien difusa, porosa y dinámica. Los avances de la ciencia y el desarrollo tecnológico desplazan constantemente estos límites: lo que ayer era inevitable, hoy no lo es. Y al contrario, la resistencia a los antibióticos con el consiguiente incremento de las infecciones nosocomiales puede considerarse un ejemplo paradigmático de retroceso técnico.

domingo, 31 de marzo de 2013

Sálvese quién deba, no quién pueda

Me lanzó al ruedo de los blogs; sabiendo que existen innumerables, muchos muy buenos, ¿qué objetivos busco con este que hoy ve la luz? Desde luego no serán ambiciosos. No poseo el don de la genialidad ni se me ocurren a menudo ideas brillantes. De estos escritores ya existen y da gusto leerlos. La mejor característica que me define es la constancia y dedicación. Mi profesión, como gustaba decir a mi padre, médico de despacho. Me apasiona todo lo relacionado con la seguridad de los pacientes hasta el punto que hace más de década y media, he dedicado muchas horas, recursos y empeño a leer, informarme, formarme y contribuir, de una manera muy modesta, al desarrollo inicial de este movimiento antes imparable, hoy en día muy frenado, de la seguridad de los pacientes. Y es precisamente este freno, esta pérdida de aire que está haciendo que la disciplina comience a mostrar signos disneicos lo que me ha hecho reflexionar y dar este paso adelante. Ante todo pido disculpas. Con modestia. Es probable que mis escritos no aporten mucho a la comunidad científica. No es esa mi pretensión. Gurús tiene esta ciencia. Pero falta mucho de transparencia; de sinceridad; quizás, de llamar a cada cosa por su nombre. O es que podemos permitirnos el que después de una docena de años de furor científico imparable, de inversiones más o menos importantes, de numerosos documentos técnicos al respecto, de múltiples e importantes organismos oficiales, públicos y privados, gubernamentales o no, dedicados a la cuestión, estemos en un punto desconocido, en el que los avances prometidos bien no se ha cumplido bien no se han medido.